Paciencia

Todo el mundo lo sabe. ¿Cuántas veces hemos escuchado y dado el consejo ‘ten paciencia’?

Sabemos que es verdad, sabemos que el tiempo dirá y sanará, entendemos que apresurar, empujar, forzar y querer las cosas no siempre es el camino a seguir. Y sin embargo, cuando queremos que suceda algo AHORA, cuando no podemos soportar la inquietud de nuestras mentes, cuando la no aceptación se convierte en frustración, la paciencia parece un concepto lejano, nada más que un consejo inútil, irritante y bienintencionado.

Pero eso no cambia el hecho de que enfrentar lo incómodo o no deseado sin paciencia es, en la mayoría de los casos, positivamente contraproducente.

En el momento en que permitimos que entre la calma, tolerando la necesidad de cambiar algo o actuar de inmediato, hemos creado algo de espacio para nosotros mismos. Nos hemos permitido respirar, detenernos y dejar que la vida se desarrolle de una manera que tal vez no pudimos considerar hace un minuto.

La paciencia es una cualidad hermosa, la cualidad de Buda. De un ser que confía, que tiene la capacidad de admitirse a sí mismo no saber, renunciar a la acción por rendirse. Abrir las manos en oración, que la claridad venga con el tiempo.

Hablando de paciencia y entrega, sin embargo, uno no debe confundir esta con el hecho de posponer. Es esencial permanecer presente y comprometido, pero simplemente permitir otra mirada, otra perspectiva que surja, que aún no se ha visto. No es una cuestión de rendirse, es una cuestión de entregarse. 

Pero, como todo buen consejo, incluso los que sabemos que tienen sentido, no siempre son fáciles de cumplir o no se cumplen. La resistencia, la impaciencia, la rabia, el dolor… todo viene.

Nosotros, los humanos, no somos necesariamente buenos para sentarnos, inhalar, exhalar, mirar. Nos gusta hacer, actuar, ser eficientes y terminar con esto.

No siempre es sabio, a menudo nos damos cuenta después. Incluso en el mismo momento de la prisa, si fuéramos fieles a nosotros mismos y escucháramos ese pequeño y molesto tirón en la boca del estómago, sabríamos que estamos apurando algo que no debería ser apresurado. Que no estamos honrando el séptimo sentido que nos invita a pensar.

Simplemente no es la forma en que estamos conectados en un momento en que la velocidad y la eficiencia son cualidades altamente respetadas. Atrás quedaron los tiempos en que las cosechas tardarían temporadas en florecer y ser cosechadas. Todo en nuestro mundo se trata de satisfacción inmediata. Comprar con un clic, entregas dentro de una hora…

Hemos olvidado el lenguaje secreto del tiempo y el espacio. El ritmo natural de la naturaleza y la vida. No escuchamos el sonido del viento muy a menudo o la voz en nuestros corazones. Siempre hablan de desaceleración, de no perderse el momento sobre el futuro o el pasado.

Hablan de la perfección en cada momento dado, incluso cuando la impaciencia está tocando nuestras puertas, deseando que nos olvidemos de respirar y estar, aquí, ahora.

Busca un árbol y deja que te enseñe la paciencia“, dice Eckhart Tolle, una sabiduría que está lejos de donde estamos ahora, por un lado, y por otro lado, está ahí, lista para nosotros cuando estamos. Todo lo que se necesita es un solo momento de calma, de quedarse quieto y dejar que la vida se desarrolle pacientemente sin intentar dar un salto a la acción.

Date el tiempo de observar.

Con amor,

Kanika Frings

Co-fundadora de DIMA Mallorca, un centro para la vida consciente y consejera holística

www.dimamallorca.com

kanika@dimamallorca.com